martes, 25 de agosto de 2009

Monólogo de la jirafa



Esto es lo que me gusta de enero. Enero es largo, y ése es un punto a favor para los que tenemos la posibilidad de burlar los días de la semana haciendo de cuenta que un jueves es un sábado, y venirse al campo a hacer absolutamente nada.Y esta ya es como mi casa. Ya todo me es familiar, el ruido de la heladera que me asusta a cada rato, el grillo de mi ventana (porque ya es mi ventana) a quien bauticé Renato (no importa si cada noche es un grillo distinto; si canta en mi ventana debe cantar como el buen Renato que es) cuya sinfonía me relaja y me hace pensar en las pobres jirafas del mundo. ¿Por qué pobres? Acá las noches tienen el poder de magnificar la sensibilidad de toda persona que tiene un encuentro cercano con papel y lápiz, y si a eso le sumamos que la persona en cuestión no se puede dormir, tenemos como resultado esta mezcolanza de incertidumbres:


¿Cómo se expresan las jirafas? Son las únicas que no emiten sonidos; encima están ahí arriba y nadie las mira a los ojos para intentar al menos adivinar su estado de ánimo. ¿Y cuando la jirafa llora? ¿Quién alcanza a divisar las diminutas lágrimas de la pobre que, encima de no poder lamentarse como Dios manda, tiene la maldita mala suerte de llorar sola en las alturas? Las jirafas deberían haber sido diseñadas de manera que, al llorar, sus lágrimas salieran del tamaño de un globo; o al menos deberían poder llorar papelitos escritos con las onomatopeyas correspondientes a un llanto de jirafa.


Pero a todo esto ¿por qué llora una jirafa? No se me ocurren motivos con sentido, pero siempre se puede inventar algo por más estúpido que suene, eso es lo bueno de escribir y es también lo malo de leerme. Entonces ¿y si la jirafa llora porque un Renato de su tierra no sabe que ella llora porque llora y él no sabe? No, no vamos a enredar tanto el cuello de la imaginación porque se nos va a ahorcar la protagonista y, para colmo de males, su muerte silenciosa pasaría inadvertida y yo me quedaría sin historia y sin pretextos para seguir escribiendo.Vamos a suponer, entonces, algo más sencillo. La jirafa puede, por ejemplo, llorar de bronca, cansada de ser siempre utilizada como torre de ajedrez por los vientos de la selva que, en sus partidas endemoniadas, se disputan entre ellos los puntos cardinales de la vida… No, tampoco la pavada. Semejante jirafada no se la cree nadie, más allá de que no sea tan amplia la brecha entre un texto mentiroso por el bien de la trama y uno adornado por el bien de la coherencia de quien lo escribe.


Lo cierto es que la jirafa, en definitiva, podría llorar, y con toda razón, al saberse protagonista de un monólogo cuya estructura se reduce a un texto que tiene un contenido igual de interesante al de otro que no diga nada; una historia que bien podría haber sido contada por la mismísima jirafa en cuestión, aún en su más absoluto y perpetuo silencio.


1 comentario:

Mistérios, Magias ou Milagres. dijo...

Muito belo, maravilhoso parabens e sucessos bjs