domingo, 30 de agosto de 2009

Mis Abuelos Maternos




Mis abuelos maternos, Tata y Yaya, fueron lo más extravagantemente divertido de mi vida.
El abuelo Tata siempre fue muy estructurado y sumamente religioso. Mi mamá, hija única, cuenta que cuando era chica y se iban en el auto los domingos a la iglesia, mi abuelo se pasaba todo el camino rezando en voz alta, todo muy espiritual hasta que se le cruzaba alguno en el camino, entonces él culminaba la oración con aquello que lo convertía en incoherente en sus bendiciones: - ¡pedazo de animal ¿cómo te me vas a cruzar así? -; y una vez expresado su descontento con la interrupción vial, retomaba el Ave María con absoluta normalidad. Para mi abuelo, toda persona que lo sacaba de sus casillas era calificada como “monstruo” o “animal”, adjetivos que muchas veces eran utilizados como sinónimos de Yaya en las discusiones que ambos mantenían en momentos en los que uno podía ver manzanas lanzadas por mi abuela volando por toda la casa en dirección a mi abuelo, y éste atajando dicha fruta con lo primero que tenía a su alcance (que bien podía ser un nieto). Claro que eran guerras inofensivas, porque se amaban más de lo que cualquiera se puede llegar a imaginar, y más de lo que ellos querían admitir.
Era muy especial despertar en casa de mis abuelos, ya que la abuela Yaya se encargaba de levantar a mi abuelo pateándole la cama entonando un amoroso “levantate bestia”; pero no crean que esto era agresión, era su forma de expresar el amor que se tenían (todos tenemos nuestra forma). Y si el día amanecía lloviendo, el abuelo Tata se levantaba de su cama y caminaba hasta la ventana y, alzando sus manos mirando al cielo, gritaba: “¡Mooooooonstruoooos!” refiriéndose al clima o a cualquiera que fuese el culpable de que el día comenzara así. Mi abuela, por el otro lado, solucionaba el asunto del mal clima lanzando un rosario al pasto. Vaya a saber uno qué pacto tenía con la Virgen, porque siempre terminaba saliendo el sol.
El abuelo Tata fue el principal responsable de que en mi familia todos toquemos la guitarra. Ese fue su legado y su mayor satisfacción, tan es así que tocó la guitarra hasta los 90, aunque ya no podía ni sostener una taza de café.
Al ser de una época en la que todo era literalmente distinto, se complicaba ver la televisión de hoy con mi abuelo. En los tiempos en que Argentina se estupidizaba con el programa del salame de Tinelli (admito tristemente que nos parecía divertido verlo) era muy difícil explicarle a mi abuelo que ver a un tarado insultando en cámara era entretenido, y él no podía disimular su desprecio al verte reír con semejante atrocidad y no hacía más que mirarte a los ojos para luego rebajarte y hacerte sentir un completo idiota. Así fue que un día decidimos que lo mejor era empezar a toser desaforadamente apenas empezaban a desatarse los insultos en el programa, y él, al no alcanzar a escuchar la barbaridad de turno, preguntaba intrigadísimo - ¿qué dijo? -. Claro que para la abuela Yaya, quien amaba llevarle la contra en todo a mi abuelo, era el programa más gracioso del mundo y explotaba en carcajadas, por lo tanto también se ganaba un par de rebajadas.
Amante del diario como lo era mi Tata, siempre estaba al tanto de todo lo que ocurría. Pero llegó el día en que se topó con una palabra que le generó todo el interés del mundo para siempre, y a partir de ese momento no paró de preguntar cada vez que nos veíamos: - Pero… ¿qué es Internet? -. Y, mi vida, nunca terminó de comprender por qué todo el mundo hablaba de Internet y de sus increíbles ventajas, por más que nosotros no hacíamos más que intentar explicárselo de la forma más clara que nos saliera, y él al no entender un carajo de lo que le hablábamos, se armaba de bronca y gritaba - Pero… ¿Qué mieeeerrrda es Internet? -.
La abuela Yaya, en cambio, siempre fue muy moderna y vivía intentando demostrar que estaba muy al día, lo cual hacía únicamente para molestar a mi abuelo. Ella revoleaba el diario y sólo leía la revista “Luna” (exclusiva para adolescentes) y se encargaba de comentarnos acerca de todo lo que leía en ella, incluyendo la sección sexología, provocando un Tata horrorizado que se persignaba al oír las barbaridades que ella nos contaba.

¡Era tan divertido tenerlos cerca! Tan diferentes entre sí, resulta casi un enigma saber cómo fue que ocurrió ese matrimonio.
Ahora entenderán un poco más… Teniendo estos dos personajes de abuelos ¿cómo íbamos a salir normales?

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